Sí, le tengo miedo a la Muerte.
No a la muerte en sí misma, sería absurdo,
si es tan compañera como mi sombra (solemos ser injustos con ella)
sino que a lo que viene después,
a esa incertidumbre perpétua que no encuentra anestesiante con ninguna respuesta.
La idea de eternidad me parece angustiosa,
tanto la del para Siempre como la del Nunca más.
¿Y si estamos clavados al Eterno Retorno?, o por el contrario
¿Si las hojas no se caen en invierno Nunca más?
¿Cuál es mejor, cuál es peor?
Supongo que somos libres de elegir la que nos deje dormir tranquilos.
¿Y si nisiquiera alcanzamos a tener ese sueño?
En el fondo ese es nuestro problema con la muerte, se nos olvida que nacemos con ella.
Se nos olvida que está en tiempo presente, que en cualquier instante nos toma la mano
y nos invita a bailar con ella.
Es lo que en cada día que se va tras las nubes debemos recordar.
Para no sentirla injusta, para que no nos tome por sorpresa, para que no nos lleve el alma.
